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Las obras del creyente
La Palabra de Dios establece claramente que el hombre no se vuelve justo ante Dios haciendo buenas obras: “Por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él (Dios)” (Romanos 3:20; Gálatas 2:16). Pero el creyente, una vez salvo sólo por la gracia divina, no se quedará inactivo, sino que mostrará su fe sirviendo a Dios, pues “la fe sin obras es muerta” (Santiago 2:20). Podríamos dudar de la realidad de fe de alguien que no hiciera nada para honrar a su Salvador.
Los versículos de hoy presentan dos ejemplos de obras que el Señor aprecia. El primero puede parecernos insignificante: ¡dar un vaso de agua a un niño! Pero Dios graba el gesto más humilde hecho para él, y reserva para su autor una recompensa especial.
El segundo es de otra naturaleza: es la adoración que una mujer rindió al Señor Jesús ofreciéndole un perfume de gran precio para ungir su cabeza. Algunos consideraron que esto era un derroche, pero el Señor la defendió y explicó el sentido profundo de su gesto.
¡Qué ánimo para nosotros! Un niño puede servir a Jesús mediante cosas muy sencillas hechas en casa. Y juntos podemos agradar al Señor cuando, reunidos en torno a él, le ofrecemos la alabanza de nuestros corazones agradecidos. Esforcémonos en discernir cada día lo que él espera de nosotros, esas “buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano” para que las hiciésemos con su ayuda (Efesios 2:10).
Job 38 - Colosenses 4 - Salmo 136:1-9 - Proverbios 28:27-28
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