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Creer es recibir un testimonio (2)
Hoy, para muchas personas, sólo es verdadero lo que la razón puede comprender y demostrar. Esta manera de ver tiene una gran laguna, es decir, la verdad está esencialmente ligada a un testimonio. Si, por ejemplo, le digo que esta mañana encontré a tal persona, usted no puede demostrarlo. Sólo puede verificar esta información si pregunta a testigos. Y después, o cree en los testigos, o no confía en ellos, y entonces se queda con la duda. La existencia de los emperadores romanos, por ejemplo, está probada por el testimonio de los escritores de la época y por los vestigios de sus monumentos.
En el caso de la fe cristiana, ¿qué hace que la palabra de Cristo sea tan digna de confianza? Su persona y su vida la confirman. Jesús vivió lo que dijo, enseñó a orar por sus enemigos, y lo puso en práctica. Habló de dar su vida por sus amigos y dio la suya por sus enemigos. Jesús es el testigo por excelencia, el testigo de la verdad, la revelación de Dios.
Creer, en el sentido cristiano del término, es recibir el testimonio de Jesús (Juan 3:11-12), recibir sus palabras, su enseñanza. Escuchemos a Dios, quien nos habla en la Biblia y nos presenta el milagro de la Creación, de la resurrección de Jesús, a quien numerosos testigos vieron vivo (1 Corintios 15:3-8).
Jesucristo es el testigo por excelencia de lo que vio y oyó junto a Dios (Juan 3:32). También tenemos una “grande nube de testigos” (Hebreos 12:1), y sobre todo los testigos oculares (2 Pedro 1:17; 1 Juan 1:1).
2 Samuel 11 - Hechos 3 - Salmo 24:1-6 - Proverbios 10:3-4
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