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¡Qué infierno!
«Ayer pasé dos horas en los atascos debido a una huelga. ¡Qué infierno!».
Un ex soldado cuenta que vivió un infierno cuando las bombas explotaban por todos los lados.
El infierno, en el lenguaje corriente, evoca una situación insoportable, pero en realidad ningún sufrimiento en la tierra debería ser comparado al infierno. ¡Nadie emplearía esta palabra si supiese lo que significa realmente!
La Palabra de Dios nos dice que el infierno es un lugar terrible: “Fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (v. 41), “pena de eterna perdición” (2 Tesalonicenses 1:9), “lago de fuego” (Apocalipsis 20:14). También nos dice que “allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 8:12).
Lo que hace ese lugar especialmente espantoso, es que el destino de los que estén allí será definitivo, fijado por toda la eternidad, sin esperanza. Ni siquiera sirve esperar que la muerte ponga fin a ese destino.
Pero ese no es el destino que Dios desea para los hombres: “El Señor... es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Dios “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4).
Para liberarnos de un destino tan terrible, el Hijo de Dios llevó el peso infinito del juicio de Dios, que merecían nuestros pecados. Hoy, si usted cree en él, ¡pasará de la muerte a la vida, la vida eterna!
Hageo 1 - Apocalipsis 10 - Salmo 143:7-12 - Proverbios 30:5-6
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