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Un instante y una vida
El primer versículo citado en el encabezamiento presenta un contraste entre un instante y la duración de toda una vida, entre un momento de ira y una vida de favor.
Pero, ¿en qué momento de ira nos hace pensar? Cuando Dios ejerció su justa ira contra el pecado sobre Jesucristo clavado en la cruz. El pecado es el orgullo, la mentira, la envidia, el robo, el asesinato, el rencor, la avaricia... En las tres horas durante las cuales la tierra estuvo en tinieblas, Jesús, víctima voluntaria, sufrió en nuestro lugar el juicio que merecían nuestros pecados. Él, que no tenía pecado, sufrió todos los efectos de la justa ira del Dios santo. ¡Toda su ira cayó sobre él; fue abandonado por Dios!
A ese terrible instante de ira prosiguió el favor divino. Mediante su muerte en la cruz, Jesús solucionó el problema del pecado por “una sola ofrenda”, la ofrenda de su vida. En consecuencia el Evangelio, la buena nueva de la salvación, es anunciada a todos. Y Dios recibe favorablemente a todos los que aceptan a Jesucristo como su Salvador. Ya no tienen nada que temer con respecto al juicio de Dios, pues una nueva vida se abre ante ellos bajo la bendición de Dios. Este favor divino no se limita solamente a su vida terrenal, sino que se extiende a su futuro eterno con Jesús.
“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes” (Romanos 5:1-2).
Zacarías 1 - Apocalipsis 12 - Salmo 144:9-15 - Proverbios 30:10
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