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La señal de Dios
Los pastores no recibieron como señal nada extraordinario, maravilloso, ni especial, cuando el ángel les anunció el nacimiento de Jesús. Sólo iban a ver un niño acostado en un pesebre. La señal de Dios era ese niño nacido entre los pobres.
Los primeros en ver esa señal fueron, pues, estos pastores. Jesús entró en la pobreza humana para que los pobres lo encontraran cerca de ellos. No es que los pobres sean mejores que los demás, pero Dios se fija en ellos, y Jesús llegó a donde ellos estaban. “Dios es grande, pero no desestima a nadie” (Job 36:5). Los pastores pudieron ver al niño Jesús y se fueron llenos de gozo, de alabanza. Fueron ellos los primeros testigos de Jesús.
Luego los magos, ricos en inteligencia, dinero y conocimiento, también fueron llamados para ver a Jesús. Tuvieron que recorrer un largo camino. Le llevaron oro, símbolo de su gloria de Rey; incienso, símbolo de su excelencia, siendo Dios, y mirra, imagen de los sufrimientos que tendría que soportar en su condición humana. Ofrecieron todo esto al niño y se postraron ante él.
La adoración a Jesús es expresada, tanto por los pobres como por los ricos, en el agradecimiento y la humildad, porque Jesús, tomando forma de hombre, “se despojó a sí mismo” (Filipenses 2:7). Veló su gloria eterna para venir a este lugar donde el hombre podía al fin ver a Dios y conocerlo como Emanuel, es decir, “Dios con nosotros”.
Zacarías 9-10 - Apocalipsis 18 - Salmo 147:1-6 - Proverbios 30:24-28
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