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Buenas noticias y malas noticias
Se cuenta que cuando J. D. Rockefeller, «el rey del petróleo», llegó a la edad de 90 años, tenía miedo de la más mínima emoción, por eso sus familiares mandaban imprimir para él una edición especial del periódico sin las malas noticias. ¡Ese periódico cada vez quedaba más delgado!
Efectivamente, cada mañana la prensa aporta a sus lectores su porción de informaciones desalentadoras: conflictos aquí y allá, hambrunas, catástrofes, golpes de Estado, asesinatos, etc. En este sentido el periódico de hoy se parece extrañamente al de ayer y al de mañana, pues todas las esperanzas de mejorar la humanidad se han vuelto ilusorias.
Entonces, ¿no hay nada que podamos esperar, nada de lo que podamos alegrarnos abiertamente? ¡Sí! Conocemos una buena noticia; fue anunciada por los ángeles a sencillos pastores: “Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor” (Lucas 2:11). Más tarde Simeón tomó al niño en sus brazos y dijo: “Han visto mis ojos tu salvación...” (Lucas 2:30).
Jesús leyó en la sinagoga un texto del profeta Isaías que se refería a él: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos”. Y añadió: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” (Lucas 4:18, 21).
Job 34 - Colosenses 1:15-29 - Salmo 135:1-7 - Proverbios 28:21-22
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