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¿Sobre la arena o sobre la roca?
¡A los niños les encanta construir castillos de arena en la playa! A veces los adultos también participan en el juego. ¡Pero sea cual sea el volumen de la construcción y de sus fortalezas, el destino de un castillo de arena es su destrucción por las olas de la próxima marea!
Jesucristo empleó una imagen parecida para diferenciar al “hombre prudente” del “hombre insensato”: el primero escucha Sus enseñanzas y las pone en práctica, el segundo escucha Sus enseñanzas pero no las pone en práctica. Ambos construyen una casa. Las mismas inclemencias climáticas se desatan. La casa del hombre prudente resiste, pero la del insensato se desploma. ¿Por qué? Es un asunto de fundamentos: el primero construyó su casa sobre la roca, y el segundo sobre la arena.
Construir sobre la roca significa tener a Jesucristo como Salvador de su alma y Señor de su vida. Es depender de él en la realidad cotidiana, vivir como él, con paciencia, perseverancia, sabiduría, justicia, gracia…
Construir sobre la arena significa vivir sin Dios, escoger lo fácil, la ausencia de obligaciones, lo inmediato; es un cristianismo sin vida.
Cuando las tempestades de la vida empiezan a soplar, como la muerte de un ser querido, la enfermedad y otras pruebas, sólo la construcción del hombre prudente permanece en pie, pues no hay nada que pueda separar al creyente del amor y del socorro de su Señor.
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